¿Por qué empezar un proceso terapéutico? Los motivos para ir a terapia
- Junio Gulinelli
- 25 feb
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 12 mar
Todos nos merecemos un testigo que nos vea y nos escuche en nuestro viaje por la vida.

Hay recuerdos que se quedan grabados en la consciencia. En mi caso hay uno que está profundamente vinculado con lo que, con el tiempo, se ha convertido en mi vocación y en mi profesión. Se trata de la memoria del día en que acudí, por primera vez en mi vida, a terapia. La imagen, viva y vivida, es del momento en que salgo de la consulta, después de la sesión. Lo que más recuerdo es una sensación de satisfacción, en ese momento traducida por un pensamiento que me hace sonreír al recordarlo “El dinero mejor invertido hasta ahora en mi vida...”.
Fue hace más de veinte años, entonces tenía veinte y poco. Estudiaba comunicación en la uni, y mientras trabajaba como canguro de perros para ganarme mi primer dinero. No recuerdo cuánto pagué esa sesión, ni cuánto era mi sueldo, pero seguramente esa hora de terapia me había costado, al menos, una semana de paseo con perros... Pero enseguida me di cuenta del valor de esta inversión. La sensación era la de estar, por fin, atendiendome. Que al final era lo que necesitaba, sin tenerlo muy claro. Sin tener claros los motivos para ir a terapia.
No tenía nada extremadamente gordo, ningún trastorno, ni me sentía loco, ni enfermo... pero sí que tenía muchas inquietudes, un fondo de angustia, muchos interrogantes con respecto a la vida, y bastante incomodidad con todo lo que en ese momento me rodeaba y que hasta entonces había sido mi referencia: mis amigos, mi familia, mis estudios. Sentado en ese sofá delante de mi primera terapeuta, estaban conmigo las siluetas, todavía muy sutiles y borrosas, de todas esas partes de mi, frágiles y vulnerables frente a la vida. Y aunque aún no podía ni verlas, ni reconocerlas, ahí estaban por fin atendidas y escuchadas, en mi compañía. Creo, ahora, que de este cuidado hacia mí mismo surgió esta sensación primordial de satisfacción, como de un primer acto de recoger algo interno. De estar conmigo.
Ahora, después de más de 20 años y mucha exploración, me estoy dedicando a acompañar (sin dejar de cuidarme y ser acompañado), básicamente porque creo que todo nos lo merecemos. La inquietud, la curiosidad y el impulso de ir más allá de lo conocido son algo muy esencial del ser humano, y merecen ser atendidos. No hace falta estar tocando el fondo para pedir ayuda. Todos nos merecemos un testigo que nos vea y nos escuche en nuestro viaje por la vida. Y que nos devuelva facetas y matices de nosotros mismos que no podemos ver desde adentro, tan metidos en el viaje...
Esto para mí es, en síntesis, lo que significa la terapia, o mejor dicho, el proceso terapéutico y el acompañarlo. En un momento de profunda crisis de mi vida, en que quizás me acerqué mucho a tocar fondo..., empecé a sentirme como una burbuja con ganas de explotar, y empezar a dar lo que hasta entonces había recibido. Y tomé la decisión de dedicarme a esto.



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